miércoles, 21 de septiembre de 2016

¿Cuándo termina la terapia?

Un tema que parece que crea mucha confusión con respecto a ir al psicólogo es la duración de las terapias. Parece que todavía tenemos en nuestra mente las terapias larguísimas estilo psicoanálisis que duraban años.
Y esta preocupación se entiende, puesto que cuando acudes a una terapia (que normalmente es privada) tienes que hacer un desembolso económico y además supone que tienes que organizar un poco tu vida para acudir a las sesiones una vez a la semana y también para dedicar tiempo y esfuerzo a hacer un cambio en esas cosas de tu día a día que no van bien.
¿Cuánto tiempo dura esto? ¿De qué depende que la duración de una terapia?
A día de hoy las técnicas psicológicas han avanzado y las terapias son sustancialmente más cortas que cuando empezó todo esto de la psicoterapia. Hace años que la investigación nos ha dicho a los psicólogos que una terapia más larga no significa resultados mejores, y a partir de ese momento empezaron a surgir corrientes ya desde la orientación psicoanalítica, como la psicología individual de Adler, de un año de duración hasta modelos como la terapia breve donde se daban un máximo de 25 sesiones o terapias sistémicas como el modelo interaccional del Mental Research Institute de 10 sesiones. Incluso se han llegado a crear corrientes terapéuticas donde las sesiones no duran más de 10 minutos.
A nivel anecdótico os dejo una serie donde se “utiliza” sesiones de 3 minutos, en su versión española. 

Un proceso de terapia está estructurado para que tenga más o menos una duración concreta, en el caso de la terapia cognitivo-conductual se trabaja con este esquema:
1-      Evaluación
2-      Hipótesis
3-      Terapia
4-      Mantenimiento y prevención de recaídas
Pero no nos debemos olvidar que la psicoterapia es algo muy individualizado y que aparte de la estructura que nosotros pensemos que es la mejor para organizar la terapia, entran en juego muchos otros factores que harán que la terapia sea más o menos larga. Estos factores son:
-          El problema que se vaya a trabajar y su complejidad: no es lo mismo trabajar una fobia que una depresión instaurada desde hace 5 años. Cada caso es un mundo y cada persona es diferente, esta es la razón básica para que la duración varíe tanto de unos casos a otros, pero no la única.
-          El tiempo y el esfuerzo que le dedique la persona a las “tareas para casa”: hacer terapia consiste en aprender estrategias y técnicas para cambiar la situación que te ha llevado a tener ese problema, por tanto, las cosas que aprendes en terapia las tienes que aplicar en tu día a día, cuanto más te esfuerces y más practiques más se reducirán los tiempos.
-          La prioridad que le des en tu vida a la solución de ese problema: como decía antes, no es lo mismo trabajar una fobia que solo me produce malestar en ciertas situaciones que trabajar un problema que me provoca mucho malestar durante la mayor parte del tiempo. El segundo caso tendrá mucha más prioridad en nuestro día a día puesto que este malestar también nos está motivando a trabajar para que el problema se solucione antes.
-          Las ganancias secundarias que nos aporte este problema: esta razón quizá sea la más polémica, pero tenemos que ser conscientes de que un problema emocional puede estar provocando consecuencias en nosotros mismos y en nuestro entorno que de alguna manera nos hacen no querer solucionar el problema. Esto puede ser por ejemplo la atención que recibo de los demás o la comodidad de no enfrentarme a las situaciones que me producen malestar.
Como veis, la duración de la terapia es algo difícil de determinar, y que una terapia dure más o menos depende de muchas cosas. Lo que tenemos que tener en cuenta es:
-          Que mi terapia dure más no significa nada malo, puede ser que mi problema sea complejo y necesite de más tiempo.
-          El proceso de terapia consiste en hacer aprendizajes y cambiar patrones de conducta que han estado con nosotros mucho tiempo, por lo que tienes que tener en cuenta que no es tan fácil como cuando vas al médico y te da una medicación. La terapia requiere tiempo y esfuerzo.
Desde la psicoterapia queremos que el paciente acabe pudiendo solucionar el problema por si mismo, sin la necesidad de un terapeuta cada vez que se dé una situación problema, por tanto, por supuesto que las terapias tienen fin, ese es nuestro objetivo: que el paciente aprenda tanto que no nos necesite.

Por tanto cuando tienes un problema emocional y acudes a terapia, cuanto más tiempo y esfuerzo le dediques, más rápida será y mejor aprenderás todo aquello que tu psicólogo te está intentando transmitir, así que ¡a por ella! 

domingo, 11 de septiembre de 2016

¿Cuidas tus emociones?

La mayoría de nosotros intentamos cuidar nuestra salud, pero ¿nos preocupamos por nuestras emociones?
Para poder hablar de emociones, primero tendremos las tendremos que definir.

Las emociones son procesos psicológicos útiles para el ser humano, puesto que ayudan a que este se adapte a su entorno de forma eficaz.
Estas se generan por la valoración cognitiva que hacemos de una situación, es decir, como interpretamos esa situación.
Se puede distinguir entre emociones primarias y emociones secundarias. Las emociones primarias serían aquellas que se dan en todo el mundo del mismo modo: el miedo, la ira, la tristeza, el asco, la felicidad y la sorpresa. Por su parte las secundarias, son aquellas cuya respuesta varía de un individuo a otro: la ansiedad, la hostilidad, el amor, el cariño… estas emociones no las expresamos igual, si no que dependiendo de la persona, la  expresará de una forma o de otra.
Las emociones se pueden educar, y con ello se logra la prevención de conflictos interpersonales, baja autoestima, sentimiento de falta de valía personal, entre otras.

Una buena inteligencia emocional capacita a las personas para afrontar de forma más adaptativa las situaciones conflictivas o estresantes.
Una persona emocionalmente competente se caracteriza por:
  •           Ser capaz de reconocer y expresar emociones
  •          Ser capaz de percibir las propias emociones y las de los demás
  •           Ser capaz de regular sus emociones
  •           Ser capaz de establecer relaciones satisfactorias con otras personas

Según Goleman (1996), las personas emocionalmente inteligentes:
  •           Saben qué emociones experimentan y por qué.
  •           Perciben los vínculos entre sus sentimientos y lo que piensan, hacen y dicen.
  •         Son reflexivas y se muestran seguras de sí mismas.
  •           Controlan su impulsividad y las emociones perturbadoras.
  •           Piensan con claridad y no pierden el control cuando son sometidas a presión.
  •           Son socialmente equilibradas y comprenden los sentimientos y las preocupaciones de los demás, así como su perspectiva.

Por tanto cuando trabajamos la educación emocional ayudamos a que las personas consiguan todo esto. Hay que tener en cuenta que  esto se consigue poco a poco. La educación emocional es un proceso de aprendizaje, entrenamiento y desarrollo continuo y permanente. Y sus objetivos son (Steiner, 2013):
  1. Adquirir un mejor conocimiento de las propias emociones
  2. Identificar las emociones de los demás
  3. Denominar las emociones correctamente
  4. Desarrollar la habilidad para regular las propias emociones
  5. Subir el umbral de tolerancia a la frustración
  6. Prevenir los efectos nocivos de las emociones negativas
  7. Desarrollar la habilidad para generar emociones positivas
  8. Desarrollar la habilidad de automotivarse
  9. Adoptar una actitud positiva ante la vida
  10. Aprender a fluir


    Preocuparnos por nuestra salud incluye también preocuparnos por nuestra salud emocional. ¡Cuidalá!

jueves, 31 de marzo de 2016

¿Tienes una correcta comunicación afectiva?

La comunicación es la base de nuestras relaciones sociales. Cualquier relación que tengamos con los demás se basa en la comunicación: amigos, pareja, familia, trabajo, hasta ir a cenar. En todas estas situaciones necesitamos de la comunicación para establecer el trato. 



Todos conoceréis a gente que se expresa con mucha facilidad, que es muy habladora y que no tiene ningún problema a la hora de hablar y relacionarse con los demás, pero también conoceréis a aquellos que a la hora de comunicarse tienen más problemas. Esas personas que no son tan elocuentes, que en muchas situaciones no saben de qué hablar o simplemente que no tienen la facilidad de palabra que tienen los otros y no saben expresarse tan bien. Pueden tener problemas expresando sus opiniones o sentimientos o a la hora de hacer peticiones a los demás o incluso problemas para decir no.

Tener una carencia de habilidades sociales nos puede afectar en muchas áreas de nuestra vida. Una de las áreas en la que la falta de comunicación puede llegar a acarrear muchos problemas es la pareja.
La comunicación es uno de los pilares básicos en los que se apoya la relación de pareja. Si no hay buena comunicación, si la pareja no es asertiva (si quieres saber más sobre asertividad pincha aquí) pueden aparecer muchos problemas  que incluso lleven a cortar la relación.

Para saber si nuestra comunicación afectiva es correcta o no ten en cuenta los siguientes principios y fíjate en si están en tu relación o no.

Principios para lograr una correcta comunicación afectiva

  1. Es más apropiado hacer una petición que una demanda. Las primeras demuestran respeto por el otro y mejoran la comunicación. Es muy distinto escuchar:"¿puedes apagar la tele mientras hablamos?” que "¡cuando estamos hablando, quiero que apagues la tele!"
  2. Es mejor hacer preguntas que acusaciones. Las acusaciones sólo desencadenan defensa y no llevarán, por lo tanto, a ningún lado. Es diferente, aunque signifique lo mismo, decir "¿me estás escuchando?" que "¡otra vez no me estás escuchando!"
  3. Al criticar a la otra persona, hablar de lo que hace, no de lo que es. Las etiquetas no ayudan a que la persona cambie, sino que refuerzan sus defensas. Hablar de lo que es una persona sería: "te has vuelto a olvidar de sacar la basura. Eres un desastre; mientras que hablar de lo que hace sería: "te has vuelto a olvidar de sacar la basura. Últimamente te olvidas mucho de las cosas".
  4. No ir acumulando emociones negativas sin comunicarlas, ya que producirían un estallido que conduciría a una hostilidad destructiva.
  5. Discutir los temas de uno en uno, no "aprovechar" que se está discutiendo sobre la impuntualidad de la pareja para reprocharle de paso que es un despistado, un olvidadizo y que no es cariñoso.
  6. Evitar las generalizaciones. Los términos "siempre y "nunca" raras veces son ciertos y tienden a formar etiquetas. Es diferente decir: "últimamente te veo algo ausente" que "siempre estás en las nubes".
  7. No guiarse por una excesiva sinceridad en la pareja. Algunas cosas deben de pensarse antes de decirse, si las consecuencias no van a ser positivas. "Últimamente me noto más frío respecto a ti. No sé si todavía me gustas" puede ser muy sincero, pero habría que esperar antes de echarle a la pareja ese jarro de agua fría. Quizás sólo es un sentimiento pasajero sin ninguna importancia. Si realmente no lo es, siempre se está a tiempo de plantearlo.
  8. La comunicación verbal debe de ir acorde con la no verbal. Decir "ya sabes que te quiero" con cara de fastidio dejará a la otra persona peor que si no se hubiera dicho nada.
Basado en "La asertividad, expresión de una sana autoestima" de Olga Castañer

Si no es así, aquí tienes unos consejos que te pueden ayudar a mejorarla:
  • Expresalé a tu pareja cosas positivas. Tanto verbales como materiales.
  • Agradecelé cuando te exprese él o ella a ti las cosas positivas. Muchas veces nos olvidamos de esta parte y es importante porque agradecerlo hace saber a la otra persona que nos gusta y que aumenta la probabilidad de que lo repita.
  • Pide gratificaciones: parece que la otra persona tiene que saber en todo momento lo que queremos y dárnoslo, pero esto no es así, nadie es adivino, por lo que es mucho mejor comunicar abiertamente qué y cuánto nos gustaría que hiciera la otra persona por nosotros.
  • Expresa sentimientos negativos cuando los haya y de la forma más asertiva posible: sin culpar al otro, sin sobreentendidos y sin hacernos la víctima.
  • Empatiza: hay que ser capaces de ponernos en el lugar del otro y ver el problema desde su punto de vista, esto es algo importantísimo y que se da muy poco en la pareja.

Si queréis saber más: 
- https://www.facebook.com/lidiadonetpsicologia/

miércoles, 13 de enero de 2016

¿Qué hago cuando mi hijo tiene pesadillas?


¿Quién no se ha preguntado alguna vez porque tiene pesadillas? Muchísimas veces tenemos pesadillas a lo largo de nuestra vida, desde que somos pequeños. Con forme nos vamos haciendo mayores aprendemos a diferenciar entre sueño/fantasía y realidad y nos vamos dando cuenta poco a poco, de que las pesadillas son algo completamente inocuo. Cuando tenemos hijos, muchas veces nos preguntamos cuál es la forma correcta de actuar ante ciertas situaciones. Y ¿cuál es la forma correcta de actuar cuando un niño tiene pesadillas? ¿Tenemos que ir a tranquilizarle? ¿Cómo lo hacemos para que estas pesadillas no se conviertan en miedo a la oscuridad o a dormir sólo?

Primero que todo tenemos que saber que son exactamente las pesadillas.

Las pesadillas son sueños terroríficos que despiertan a la persona desde la fase del sueño REM (rapid eye moviment), fase donde más actividad cerebral presenta nuestro cerebro mientras dormimos, llevándola a un estado de plena vigilia en el que puede recordar con detalle la ensoñación. Por lo general, adoptan la forma de un sueño largo y elaborado que se va haciendo más angustioso hasta que la persona se despierta. Las temáticas más comunes son: amenazas a la integridad física (ataques) o a la autoestima (por ejemplo un fracaso personal), pudiendo ser tal contenido reflejo de experiencias reales o fantaseadas o una combinación de ambas.

Las pesadillas tienen la capacidad de producir malestar subjetivo a las personas que las sufren Cuando tenemos una pesadilla sentimos una intensa y prolongada sensación de miedo. Si tenemos pesadillas habitualmente, estas nos pueden provocar fatiga debido a los continuos despertares o miedo a dormirnos ante la expectativa de sufrir otra pesadilla, lo que puede derivar en cansancio, somnolencia, dificultades para concentrase, irritabilidad, preocupación o sensación de indefensión, que pueden a su vez, afectar a nuestro funcionamiento normal durante el día.

En los niños, las pesadillas frecuentes e intensas pueden provocarles miedo a dormir o a la oscuridad, resistencia a irse a la cama, dificultades para conciliar el sueño, sueño insuficiente y malestar durante el día. Esto puede afectar a la familia ya que el niño cuando tiene una pesadilla reclamará la atención de los padres y alterará el sueño de estos.

¿Por qué tenemos pesadillas? No está muy claro el origen. En los niños se puede deber a varios factores:
o   estados de ansiedad o preocupación ante situaciones o nuevas demandas del entorno (aprender a utilizar el WC, deberes del colegio…)
o   fobias típicas de estas edades
o   situaciones características de estas edades (volver al colegio, celos entre hermanos, separación de los padres…)
o   falta de maduración cognitiva y de habilidades verbales necesarias para comprender y comentar estas situaciones.

Cuando un niño tiene pesadillas, la actitud de los padres es muy importante, puesto que hay ciertos comportamientos que hacen que estas se mantengan. Por ejemplo, si cuando un niño tiene una pesadilla obtiene una atención mayor de sus padres que de normal, esto puede ser una forma de llamar su atención; o si tener una pesadilla le sirve para evitar alguna obligación, puede aprender a utilizarlas como excusa, por ejemplo si un padre deja que su hijo no vaya al colegio porque esa noche ha tenido pesadillas, el niño puede aprender a utilizarlas como forma de librarse de esta obligación.

Por tanto, nuestra forma de actuar cuando nuestro hijo tiene una pesadilla es muy importante y tenemos que saber cómo hacerlo.

Aquí tenéis unos consejos sobre cómo actuar ante las pesadillas de vuestros hijos:

        
  Establecer unos hábitos de sueño regulares que ayuden a vuestro hijo a identificar el momento de irse a dormir. Para esto es recomendable realizar una serie de actividades relajadas y positivas antes de irse a dormir, por ejemplo: cenar, bañarse, ponerse el pijama y leer un cuento. Realizar estas pautas cada noche de forma que creemos una rutina.

   Si el niño/a se levanta de noche y acude al dormitorio de los padres, hay que mandarlo tranquilamente de vuelta a su habitación. Repetir esta maniobra tantas veces como sea necesario hasta que el niño/a tenga claro que no va a conseguir nada y que debe permanecer en su cama.

       En el momento de la pesadilla, no es muy recomendable comentar con detalle el contenido del sueño ya que podría activarse aún más y eso dificultaría que volviera a conciliar el sueño. Sin embargo, al día siguiente se puede hablar del tema, porque muchas veces cuando los niños hablan de sus temores se sienten mejor y además permite a los padres saber qué puede estar afectando a su hijo y cómo de serio es el problema.

       Si el niño/a se despierta por la noche asustado por la pesadilla, no entrar en el dormitorio encendiendo la luz, puesto que si la encendemos el niño puede asociar oscuridad con peligro y luz con nuestra compañía, y derivar en una fobia a la oscuridad. Por lo tanto, encender una luz suave como la de la lamparilla de noche y cuando este más tranquilo/a, el niño debe de volver a dormirse con la luz apagada.

     .   Reforzar a nuestro hijo/a en todos aquellos momentos en los que hace algo bien y animarlo a que durante el día realice actividades divertidas que le permitan relajarse.

Espero que esta información os haya sido útil. Si queréis aprender más sobre los sueños, podéis consultar la siguiente entrada del blog:


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miércoles, 23 de diciembre de 2015

Una año de Una Psicóloga Sin Diván

¡Hace ya un año! No me lo puedo creer. Hace un año que decidí tener un trocito en este inmenso espacio de Internet para poder hablar, contaros y responder vuestras dudas sobre psicología.
Desde el momento en que decidí empezar el blog, empezaron también ha sucederse los cambios en mi vida, y uno tras otro Una Psicóloga Sin Diván ha ido haciéndose grande.

Decoración navideña de la Clínica 
En Junio abrimos consulta, como ya sabéis, en Castelló de Rugat y tampoco me puedo creer que ya haga 6 meses. Durante este tiempo hemos hecho talleres de relajación tanto en Gandía y en Castelló de Rugat y distintas charlar cómo Qué un psicólogo, para hacer llegar a todo el mundo el papel que tenemos los psicólogos dentro de la sociedad y en que podemos ayudar y también sobre la ansiedad, concretamente sobre la ansiedad por la comida, para aprender que es y también estrategias para manejarla.

Han pasado por la consulta muchas personas a las cuales estoy muy agradecida por la confianza que me han dado y la oportunidad de trabajar con ellos. Cada sesión, nos hemos esforzado por mejorar, por aprender y aumentar el conocimiento de nosotros mismos. Gracias a todos vosotros que confiáis en mi, por que de vosotros sigo aprendiendo cada día y hacéis que Una Psicóloga Sin Diván siga creciendo y siendo mejor.

Todo este trabajo ha hecho que haya dejado un poco de lado el blog, pero con el nuevo año, llegan proyectos e ideas nuevas para este espacio. También llegan nuevos proyectos para la consulta y os animo a que os mantengáis atentos tanto al blog como al perfil de facebook para  enteraros de las novedades: cursos, nuevas charlas, colaboraciones, etc.

https://www.facebook.com/lidiadonetpsicologia/?ref=hl

Agradecer desde aquí al equipo de la Clínica Lorena Ribes, a The Body Gandía y a Herboristería La Rosella por sus colaboraciones con la consulta, aportando instalaciones para los talleres y colaborando en la promoción de los mismos. Muchas Gracias.

Y sín más que deciros, desde la Consulta de Psicología de Lidia Donet y desde todo el equipo de la Clínica Lorena Ribes os deseamos

¡¡¡¡Feliz Navidad y un muy próspero Año Nuevo!!!





lunes, 2 de noviembre de 2015

¿Cómo se afrontan los miedos?

María ha empezado a trabajar de recepcionista en un hotel. Siempre ha sido algo tímida y la perspectiva de tener que hablar con tanta gente le asustaba. Los primeros días lo pasó mal, se ponía roja y le costaba mantener la mirada. Pero algo fue sucediendo poco a poco. Es como si se hubiera adaptado a la situación. Unas semanas después de empezar, se siente cómoda, tranquila, es más, parece disfrutar con el contacto social.

¿Qué ha pasado? ¿Cómo es posible que a María ya no le asuste estar en la recepción y hasta se sienta cómoda y le guste su nuevo trabajo? ¿Ha superado sus miedos?



Sí, María se ha enfrentado a la situación una y otra vez y al final se ha dado cuenta de que su trabajo es agradable y que no tiene ningún peligro, por lo que no tiene por qué estar asustada. Además su mente también lo ha entendido y ya no se pone nerviosa antes de ir a trabajar, ya no se le acelera el pulso, ni siente calor y las otras sensaciones de la ansiedad.
María ha superado sus miedos a través de lo que se conoce como el principio de exposición: cuando afrontamos una situación, sea la que sea, que nos produce miedo, el malestar acaba desapareciendo. Nos habituamos a ella y el miedo se extingue.

Esto se produce porque para nuestro organismo y nuestra supervivencia la ansiedad extrema o cualquier otra emoción intensa que produzca un desequilibrio en nuestro organismo nos hace desperdiciar mucha energía. Esta energía malgastada, sobre todo si no hay un peligro real, está mal vista por los mecanismos de nuestro cuerpo que se encargan de preservar la especie. Lo podríamos comparar cuando encendemos el motor del coche y aceleramos en punto muerto. Se estaría gastando energía que no contribuiría a nada práctico.

Así pues, nuestro organismo es experto en adaptarse. Cualquier situación nueva a la que nos enfrentamos provoca reacciones de alarma en nuestro cuerpo  pero rápidamente nos adaptamos para volver a un equilibrio de gasto energético y no desperdiciar nuestros recursos. Por ejemplo: cuando nos metemos en una piscina fría nuestro cuerpo se adapta, en un entorno ruidoso nuestro cuerpo se adapta, y si hace mucho calor nuestro cuerpo, también se adapta.

El principio de exposición es tan potente y usual que ocurre igual en las emociones positivas. Desafortunadamente para nuestro disfrute personal, cuando una situación tiene la capacidad de provocarnos emociones agradables, positivas o placenteras y nos exponemos una y otra vez a ellas, la intensidad de las emociones agradables se va reduciendo. El más delicioso de los manjares o la puesta de sol más espectacular va reduciendo su impacto a medida que repetimos la experiencia, ya que a nuestro organismo no le gusta desequilibrarse.

Esto parece muy fácil, pero supongo que estaréis pensando, si pero ¿cómo me enfrento a algo que me da mucho miedo de verdad? cuando estoy en esa situación, me bloqueo y tengo un malestar tan alto que no puedo reaccionar de otra forma que no sea escapando de esa situación o haciendo todo lo posible para evitarla. 



Cuando ocurre esto y es realmente un problema para nuestro día a día es el momento de acudir a un profesional de la psicología y ponerse manos a la obra para solucionar nuestro problema, el principio de exposición será el mismo, pero se trabajará de una forma más profunda y con la supervisión de un profesional, ya que si intentamos afrontar nuestros miedos "a lo loco", lo que puede pasar es que no lo sepamos controlar y acabemos perjudicándonos más de lo que nos ayuda. Con un psicólogo entenderás tu problema y aprenderás poco a poco a enfrentarte a él, sin que tu malestar llegue nunca a descontrolarse. 

Así que si es tu caso y quieres solucionar el problema no dudes en ponerte en contacto con un profesional que pueda ayudarte y DEJA DE VIVIR CON MIEDO. 



viernes, 18 de septiembre de 2015

¿Son importantes las normas para la educación de nuestros hijos?

Cuantas veces se habla de cómo inculcarles a los niños los valores  y las normas y sobretodo de cómo ponerles límites. Pero ¿Por qué son tan importantes?


Las normas y los hábitos así como el cumplimiento de las mismas traen como consecuencia el autocontrol y la autorganización, lo que supone que el niño se hace poco a poco responsable de su comportamiento. Además facilitan la adaptación e integración en los grupos, en los contextos en los que se interactúa y en la sociedad en general.
Cuando hablamos de normas en los niños, podemos organizarlas en una pirámide, estando en la base las más importantes, sin las cuales es difícil exigir o mantener las otras normas.

 




A la hora de poner las normas no basta con decírselas al niño y ya está, como recordaréis del post anterior, desobedecer el algo que se produce constantemente, y por tanto el cumplimiento de las normas es un aprendizaje que se tiene que ir mejorando cada día.
Por tanto, es importante tener en cuenta:
-          Las normas que ponemos necesariamente han de poder ser comprobables, es decir:
o   Cuando la norma es “has de hacer los deberes” pero luego no comprobamos si los ha hecho o no, si los ha hecho todos…
o   “Lávate las manos antes de comer” pero luego no comprobamos si lo ha hecho o no.
o   “No quiero que juegues con el ordenador  más de una hora” pero no hay ningún adulto en casa para supervisarlo.
o   “Como  te has  portado mal no ves tu serie favorita” pero se queda en casa de los abuelos y sí que la ve.
Ejercicio: Haz una lista de todas las normas que le has puesto a tu hijo con sus límites y sus consecuencias pero que luego no puedes comprobar si se llevan a término o no. 

-          Un exceso de normas puede ser perjudicial. Hemos de seleccionar las más importantes.

-          Se ha de explicar al niño el porqué de la norma, es decir, el valor que hay detrás de la misma. La diferencia entre enseñar y exigir la norma está en que el niño entienda y acepte el valor que hay detrás de ella.

-          Las normas es mejor plantearlas en positivo. Es más efectivo decir “cuando termines los deberes puedes salir” que “no sales hasta que termines los deberes”.

-          Hemos de tener en cuenta la de edad del niño, la situación personal o familiar a la hora de ponerla.

-          Podemos establecerlas conjuntamente con el niño. Aunque hay normas que no se discuten  y que son imperativos, como todas aquellas relacionadas con el respeto: Hablar correctamente, Respetar a las personas…

-          La norma ha de ser siempre la misma, no puede variar en función del momento, de cómo nos encontremos o de quien esté presente. Al igual que sucede con las consecuencias que derivan del no cumplimiento.
Si no ha respetado a su hermano y le ha pegado, se tiene que aplicar siempre la misma consecuencia, no puede por ejemplo de si estoy más enfadado o menos, más cansado o menos.

-          El incumplimiento de la norma siempre va acompañado de una consecuencia, ya que si el niño aprende que al saltarse una norma no sucede nada es más fácil que vuelva a saltársela en ocasiones futuras.

Si os ha gustado no os perdaís los próximos post del blog y podéis encontrar más información en mi página de facebook: https://www.facebook.com/lidiadonetpsicologia. No olvidéis darle a Me gusta.